Federalismo es economías regionales
Diego Lo Tártaro – Presidente del Instituto Argentino para el Desarrollo de las Economías Regionales
La realidad fáctica es que somos una nación férreamente unitaria a pesar que su constitución establece y determina como federal, es decir nuestro federalismo es solo una ficción, esto se refleja en que los reclamos a las demandas del interior por la defensa de sus derechos se deben hacer en Buenos Aires ante la Casa Rosada, cuando debería ser también en el Congreso de la Nación donde están los representes del pueblo o ante el Palacio del Justicia donde debe cobijarse e impartirse en ella.
¿Por qué ocurre esto? Porque el Poder Ejecutivo que todo lo determina pretende que con sumisión y silencio se sometan los otros dos poderes que en la teoría conforman la república.
Este proceder autocrático del actual gobierno kirchnerista dio por resultado el reclamo que el campo realizó el sábado 23 en todo el país, vivimos circunstancias que por su gravedad ponen en riesgo la institucionalidad de nuestra declamada pero inexistente república federal, el gobierno kirchnerista está en crisis y su jefa grita su agonía, esta situación se manifiesta día a día en la crisis económica, en el constante estado de concurso financiero en que nos encontramos, en la degradación de la educación, en la inseguridad que se transformo en normalidad y en el desorden social que puede llegar a ser desobediencia civil.
Esta realidad choca con el sentir de la gran mayoría de la ciudadanía y esto se manifiesta de forma indubitable en las economías regionales que son la expresión más certera y expresiva del federalismo que se ven explotadas, marginadas y desoídas por el poder central y en las Pymes hoy en su mayoría exhaustas que son las mayores generadoras de trabajo y empleo por consiguiente de bienestar y paz social.
Esta situación impone al interior que es la republica federal se ponga de pie y exija el cumplimiento a raja tabla de la Constitución Nacional, terminar con la práctica corrupta de Buenos Aires asiento del poder central, y sus socios o a veces rehenes circunstanciales y codiciosos los gobernadores, como lo son a su vez los intendentes de esos gobernadores.
Los productores del campo argentino solo reciben un promedio del 33% el precio final de sus cosechas debido a un complejo sistema de comercialización que intermedia entre el productor y el precio en el mercado o los mercados internacionales, esto responde a los descuentos por retenciones, gastos de comercialización, industrialización y exportación donde se insertan oligopolios que son protegidos por la corporación política sus socios, esta inmoralidad está aniquilando a los productores de todas las provincias, en definitiva es lo que llevó al país a su derrumbe.
A esta realidad que no debe escapar que en los dos extremos del negocio el productor corre todos los riesgos, el otro siempre tiene asegurada su utilidad que se acrecienta por mayor o menor producción que generan oscilaciones de los mercados internacionales de los cuales resultan sus beneficiarios.
Sumemos un ejemplo emblemático de nuestro derrumbe: el negocio de la fruticultura en el Valle de Río Negro y Neuquén que se destacó por su calidad y eficiencia en los mercados mundiales hoy languidece añorando la gradaza perdida, quedaron atrás los pioneros que con trabajo y eficiencia apostaron al futuro, ahora solo observamos chacras abandonadas.
Todas estas arbitrarias distorsiones provocaron que nuestros productores debieron y deben competir desventajosamente con nuestros vecinos y/o productores del exterior en los mercados internacionales provocando en muchos casos la perdida de dichos mercados que durante muchos años, con trabajo, calidad y precios habíamos logrado conquistar.
Tan injusto y arbitrario es el sistema que por ejemplo en lo domestico los valores por los servicios públicos que se pagan en el interior son varias veces superiores a los que se pagan en Buenos Aires porque estos últimos se encuentran subsidiados con los dineros que produce el interior.
Se habla de fuga de capitales del campo, pero el campo su dinero lo invierte en millones de hectáreas sembradas con todos los riesgos que esto conlleva, mientras las dineros fugados se evidencian a modo de ejemplo en las fortunas que secretarios de las más altas autoridades del país disponen en el exterior.
Sin duda estamos llegando a un fin de un ciclo de indignidad y decadencia, resumamos la realidad insoslayable que vivimos y padecemos, definitivamente le debemos poner fin, “El interior mediante el trabajo y esfuerzo produce y entrega riqueza que el gobierno central mediante la corrupción transforma en pobreza y miseria”.